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Iglesia de San Trokaz

Abadiño - Arquitectura religiosa - Iglesias

La iglesia de Abadiano es un ejercicio de arquitectura clásica de hondo arraigo en el País Vasco en el siglo XVIII. Obra de Ignacio Ibero, San Trokaz es un proyecto que no destaca por sus aportaciones novedosas, pero sí por su monumentalidad y calidad constructiva, sobre todo en las piezas estructurales que muestran una magnífica sillería desnuda y sobria. La iglesia, de tipología renacentista, es el resultado de la adición de diversos elementos: el buque, el templo, la sacristía, la torre y el pórtico que cobija la portada principal por el flanco de mediodía. Su mobiliario dista de tener la calidad de la arquitectura, no obstante la iglesia se amuebla dignamente con tres retablos rococós del siglo XVIII y la sacristía alberga también varias piezas de interés.

 

Créditos

Texto: Jose Ángel Barrio Loza Planos: Productora Bilbaina de Proyectos Fotografías: Santi Yaniz

Horario

Todos los días, de 18:00 a 19:30 horas.

Localización

Plaza de San Trokaz.

Información

La iglesia de Abadiño es un ejercicio de arquitectura clásica, reacia a las novedades y aferrada a unos sistemas de construcción tradicionales, de hondo arraigo en el País Vasco.

Prueba de ello es su tipología renacentista como templo de una nave con capillas altas o el recubrimiento de estrellados a base de nervios al estilo gótico. Lo mismo ocurre con su lenguaje clásico de triglifos y metopas.

La iglesia actual ocupa el mismo paraje que antaño albergara un pequeño templo del que apenas quedan testimonios documentales. Se sabe, eso sí, que en 1732, un cantero de Durango, Juan de Herdoiza, trazó junto al viejo edificio la torre que aún hoy puede contemplarse.

Años después la anteiglesia de Abadiano se replanteó la reconstrucción completa del templo respetando la torre añadida, trabajo que se realizó en dos fases entre 1762 y 1783, fecha de su consagración.

Los planos de la obra fueron encargados a Ignacio Ibero, maestro de Loyola que hizo de la Iglesia de San Trokaz un proyecto que no destaca por sus aportaciones novedosas, pero sí por su monumentalidad y calidad constructiva, sobre todo en los elementos estructurales que muestran una magnífica sillería desnuda y sobria.

El proyecto trazado por Ibero fue desarrollado por maestros canteros y carpinteros de la zona.

Edificio

De porte monumental, la iglesia es el resultado de la adición de diversos elementos. El buque, el templo, la sacristía sita a la cabecera, la torre dispuesta a los pies, y el pórtico que cobija la portada principal por el flanco de mediodía.

En primer lugar, llama la atención el buque formulado en una amplia nave con crucero alineado, rematada por una cabecera poligonal compleja y flanqueada por tres capillas sucesivas a cada lado, que se desarrollan cara al interior en vez de hacia afuera.

De esta manera, el edificio nuclear se aprecia desde el exterior como un gran elemento compacto, de paredes de mampuesto lisas, a pesar de que la capilla de los Muntxaraz obligue a una pequeña segregación en el flanco Norte.

Los contrafuertes, sólidos y de considerable salida, están perforados por pasos en arco (“atajos”) para favorecer el tránsito lateral.

Por debajo del nivel de bóvedas corre un friso de tipo clásico, de triglifos y metopas y, sobre él, un balcón defendido por antepecho de hierro, fórmula peculiar que se repite en la comarca del Duranguesado.

El nivel de bóvedas se resuelve mediante un sistema de crucería de nervios estrellados que convergen en claves. Lo mismo ocurre en las capillas laterales y en el coro, elemento considerable dispuesto sobre un potente arco rebajado que afecta a todo lo ancho de la nave.

En cuanto a los materiales, el edificio se resuelve en mampuesto enlucido en el interior y sillería en la fachada y en los elementos estructurales. La torre, un mástil de sección cuadrada que frentea el edificio en la fachada, es también de sillería.

Mobiliario

El mobiliario dista de tener la calidad de la arquitectura, no obstante la iglesia se amuebla dignamente con tres retablos rococós -el mayor, el de la Inmaculada y el de las Animas-obra de Juan de Urquiza, retablista durangués del siglo XVIII.

Hay también dos altares barrocos naturalistas -el del Rosario y el de San Blas- que datan de la última década del siglo XVII.

Pero quizás sea la sacristía el lugar que albergue más piezas de interés. Entre otras, un retrato neoclásico de un notable local, un pequeño alabastro, un gran relicario de plata del siglo XVIII o una bella imagen barroca del Rosario.
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