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Cementerio

Dima - Arquitectura religiosa - Cementerios

El cementerio de Dima ocupa un amplio espacio en declive orientado hacia el sol y el valle. Ese terreno se aterraza, ubicándose las sepulturas -que son de tipo fosa- en esas terrazas. Queda distribuido en dos mitades por un calle central que une acceso y capilla, vial que intercala escaleras para salvar los aterrazamientos. Dos elementos destacan principalmente: el acceso o portada en la parte de abajo, y la capilla en la de arriba. La portada es un arco de triunfo adintelado de un solo paso con pilastras almohadilladas enmarcantes, friso liso y cruz sobre Gólgota escalonado, todo de sillería caliza gris de severo estilo neoclásico. Aún más neoclásica en diseño es la capilla, que se frentea por una fachada a modo de templo griego en antas, tetrástilo del orden dórico romano, muy afín a las que tuvieron otras necrópolis vizcaínas de esa época. El cementerio de Dima es obra del académico Cristóbal de Bernaola, fechable en 1841.

 

Créditos

Texto: Jose Ángel Barrio Loza Fotografía: Fernando Bartolome

Acceso

A Dima se accede a partir de la carretera que conduce de Bilbao a Vitoria por el puerto de Barazar. Una vez llegados al pueblo de Igorre debe tomarse un desvío a la izquierda. Ya en Dima, el cementerio se encuentra junto a la iglesia parroquial.

Horario

Suele estar abierto.

Localización

Elexalde s/n.

Información

Desde el día de Todos los Santos del año 1811 era obligatorio en España sepultar los cadáveres fuera de las iglesias. Pretendía el efimero rey intruso José Bonaparte atajar una vieja y antihigiénica costumbre que había burlado varias disposiciones anteriores de los reyes Carlos III, y sobre todo Carlos IV. Se establecían así los llamados cementerios extra- ecclesiam.

La resistencia a este tipo de necrópolis fuera de las iglesias fue enorme por todas partes y, desde luego, lo fue en el País Vasco, donde las gentes veían los lugares aconsejados por las autoridades sanitarias y civiles como desamparados, por alejados y desprotegidos, desprovistos incluso de pórtico como tenían las parroquias donde también se sepultaban en caso de necesidad.

Pero en la tercera década del siglo XIX empezaron a generalizarse las sepulturas fuera de las iglesias y se conformaron cementerios que, más o menos, obedecían la ley: alejados y ventilados, dos prevenciones higiénicas que hoy entendemos como perfectamente razonables. Y las fórmulas para conformar estas nuevas ciudades fueron varias en Bizkaia, desde las más ramplonas que obedecían la letra de los mandatos pero apenas movían el lugar de enterramiento del pórtico de las iglesias, hasta las que siguieron la letra y el espíritu. El caso de Dima fue intermedio; incluso debió de satisfacer a todos pues, sin separarse mucho de la iglesia, el sitio elegido fue, en efecto, un espacio ventilado.

La más bella de las fórmulas de cementerio extra- ecclesiam es la que diseña un sistema porticado de cuatro crujías sobre columnas o pies derechos de madera en torno a un espacio despejado, un jardín que queda al centro. La otra es el cementerio común descubierto, sistema con el que se alinea el de Dima.

Dentro del grupo de los descubiertos, como cementerio topográfico, puede entenderse el de Dima, porque es la topografía uno de los rasgos que más le caracterizan. Se trata de un amplio espacio en declive orientado hacia el sol y el valle. Ese terreno se aterraza, ubicándose las sepulturas -que son de tipo fosa- en esas terrazas. Queda distribuido el cementerio en dos mitades por un calle central que une acceso y capilla, vial que intercala escaleras para salvar los aterrazamientos.

Pero no es ese el único valor del cementerio de Dima, porque también cuentan los dos principales elementos construidos: el acceso o portada en la parte de abajo, y la capilla en la de arriba, recortada ésta entre la fronda de un bosque de pinos que crece por detrás.

La portada es un arco de triunfo adintelado de un solo paso con pilastras almohadilladas enmarcantes, friso liso y cruz sobre Gólgota escalonado, todo de sillería caliza gris de severo estilo neoclásico. Mejor informada aún de Clasicismo es la capilla, que se frentea por una fachada que resulta ser trasunto de un templo griego en antas, tetrástilo del orden dórico romano, muy afín a las que tuvieron otras necrópolis vizcaínas de esa época, como fueron la de Mallona y la de la huerta del convento de San Francisco de Bilbao, ambas desaparecidas.

Tiene autor el cementerio de Dima y éste es un académico, Cristóbal de Bernaola, con actividad en un ámbito propiamente comarcal y en obras de más que mediana responsabilidad. Así, está documentado también en Ubidea y Otxandio, por ejemplo. Lo de Dima lo planteaba en 1841, y por lo que esa obra y las otras a él debidas cuenta, debió de ser un correcto intérprete de la corriente tradicional del Neoclasicismo, incluso cuando este estilo estaba ya dejando paso a otro más dulce, el Romanticismo.
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